Del fin del mundo al santuario junto al mar – y de regreso a Santiago
Introducción – El primer encuentro con este camino
Amanece en Santiago de Compostela. Las campanas de la catedral resuenan sobre los tejados; los peregrinos llenan la Praza do Obradoiro — unos aliviados, otros con lágrimas en los ojos. Pero para algunos, no es el final, sino el comienzo de un nuevo capítulo: el camino hacia el oeste, hasta donde la tierra se acaba y el mar comienza. El Camino Fisterra – Muxía es una ruta de peregrinación única, pues no lleva a la catedral, sino desde ella. Ofrece a los peregrinos la posibilidad de emprender de nuevo la marcha, después de días o semanas de llegada — hacia los acantilados de Fisterra, el santuario mariano de Muxía y, finalmente, de regreso al corazón de Santiago.
Quien realiza este recorrido atraviesa bosques, aldeas y valles hasta escuchar el rumor del Atlántico. Es un viaje de reflexión, de desprendimiento y de renacimiento. Este Camino se distingue de los demás: más corto, más íntimo y lleno de emociones. Para los principiantes, es una experiencia ideal; para los veteranos, una continuación profunda. Quien lo recorre siente la fuerza del océano, la calma del paisaje gallego y la dicha de una doble llegada a Santiago.

El Camino Fisterra: El camino hacia el fin del mundo
Se dice que quien llega a Santiago ha alcanzado su meta. Sin embargo, algunos sienten que algo sigue llamando — más suave, pero más firme. Detrás de la catedral, más allá del incienso y de las campanas, comienza otro camino. No conduce a Santiago, sino desde él, avanzando siempre hacia el oeste, donde el viento sabe a sal y el mar arrastra los últimos pensamientos de los bolsillos.
El Camino Fisterra es el eco de todos los caminos que le precedieron. Se extiende a lo largo de unos noventa kilómetros hasta el cabo Fisterra, el legendario “Fin del Mundo”. Quienes continúan hasta Muxía alargan el viaje unos días más — no por obligación, sino por anhelo. Algunos recorren el camino en tres o cuatro días; otros se dejan llevar, permanecen más tiempo en un pueblo para respirar la calma de Galicia. Este Camino no admite prisas

Un camino por el corazón de Galicia
Aquí el peregrinar cambia. Las grandes calzadas y las multitudes del Camino Francés quedan atrás. En su lugar, acompaña el murmullo de las hojas de eucalipto, el lejano tañido de una campana de vaca, el compás de los propios pasos sobre los senderos húmedos. El paisaje es a la vez suave y agreste — colinas, bosques, niebla. Pequeñas aldeas se esconden entre los castaños, y los hórreos se alzan como testigos de un tiempo que se resiste a desaparecer. A veces el camino es empedrado, a veces de tierra, pero siempre sincero.
Quien lo recorre siente cómo los pensamientos se vuelven más tranquilos. Cada subida, cada bajada acerca más al mar — y a algo que no se puede nombrar. Y entonces, un día, se abre ante uno la vista: el Atlántico, infinito, firme, más allá de las palabras.
La magia de Fisterra
Al final de este camino se alza el faro de Fisterra. En los acantilados, donde el viento tira de la ropa y la espuma salpica la piel, muchas cosas terminan — y algunas comienzan. Aquí, dicen los antiguos, el sol se hunde en el mar y las almas de los muertos viajan hacia el oeste. Para los romanos era el Finis Terrae, el fin del mundo. Para los peregrinos es lo contrario: un lugar de purificación, de renacimiento silencioso. Antiguamente, aquí quemaban sus ropas — un ritual de desprendimiento. Hoy se deja una piedra, un recuerdo, quizá un miedo viejo. Y mientras el sol se hunde en el mar, se comprende que hay caminos que van más allá de Santiago, hacia donde el silencio dice más que las palabras.



Cuando el viento sopla más suave
El Camino Fisterra es más hermoso en primavera o en otoño, cuando el verde es joven o la luz se vuelve dorada. El verano trae días largos y olor a sal, pero también calor. El invierno es posible — áspero, solitario, con lluvia que parece seguir cayendo en los pensamientos. Pero quien lo camina entonces, vive Galicia tal como es: sincera, salvaje, sin máscaras.
Soledad y encuentro
Hay días en los que apenas se cruza a nadie. El viento se convierte en compañero, el murmullo de las hojas en respuesta. Luego, en una albergue, uno se encuentra con otros peregrinos — silenciosos, cansados, unidos en su mutismo. En este camino surge una comunidad que no necesita explicaciones. A diferencia de las grandes rutas, el Camino Fisterra tiene su propio ritmo: más lento, más profundo, casi meditativo. No se camina para llegar, sino para permanecer — en el momento, en el aliento, en el espacio entre ambos.
Un final que no lo es
Para muchos, el cabo Fisterra representa el cierre perfecto de su peregrinación. Para otros, es el inicio de algo nuevo. Algunos continúan hasta Muxía, al santuario de la Virxe da Barca, donde la leyenda dice que María apareció en una barca de piedra para consolar al apóstol Santiago. Allí, entre el mar y la roca, donde las olas golpean el santuario, se encuentra lo que quizás aún se buscaba en Santiago: la paz — o al menos el valor de seguir adelante sin respuesta. El Camino Fisterra no es un epílogo. Es el eco de un viaje que resuena hacia dentro. Un llamado silencioso hacia el mar que susurra: “Aún no has terminado — pero has llegado.”




Conexión Fisterra – Lires – Muxía: Un sendero entre cielo y mar
Hay caminos que conducen a una meta — y otros que son la meta en sí. El tramo entre Fisterra y Muxía, pasando por el tranquilo pueblo de Lires, pertenece a estos últimos. Une dos lugares que se miran como espejos: Fisterra, el fin del mundo, y Muxía, donde el océano choca con las rocas y las leyendas respiran. Quien recorre este tramo lo siente enseguida: más corto, sí — apenas veintiocho kilómetros —, pero lleno de matices que solo aparecen cuando se camina despacio. No es un camino para conquistar, sino para vivirlo.
El sendero comienza en Fisterra, junto al faro, donde muchos peregrinos se despiden del mar con una última mirada. Allí, la dirección deja de tener sentido — el oeste ha sido alcanzado, y sin embargo, algo sigue llamando. Quien parte ahora ya no camina hacia la tumba del apóstol, sino hacia su propio silencio. Los primeros kilómetros cruzan colinas verdes, pequeñas aldeas donde cantan los gallos y el mar brilla tras los árboles. El viento viene del Atlántico, lleva sal sobre la piel y claridad a los pensamientos. Hay subidas y bajadas, tierra húmeda tras la lluvia, arena crujiente bajo los pies — nada amenazante, pero todo vivo.
A mitad de camino está Lires, un lugar que parece un respiro. Quien se queda aquí encuentra más que alojamiento. Entre casas blancas, jardines de hortensias y una pequeña playa donde la luz del atardecer se vuelve dorada sobre las olas, se comprende lo que significa peregrinar más allá de andar. Lires no es una pausa — es un intervalo en el que cuerpo y alma encuentran el mismo compás. Desde allí, el camino continúa entre campos y bosques, siempre con el mar al alcance, nunca lejos. Los últimos kilómetros hacia Muxía son más silenciosos. Se oye el romper de las olas mucho antes de verlo. Y entonces, de repente, aparece: la iglesia de la Virxe da Barca, solitaria y firme sobre las rocas frente al agua.

La magia de Muxía
Muxía es un lugar donde los mitos respiran. Aquí, según la leyenda, la Virgen María apareció en una barca de piedra para consolar al apóstol Santiago. Las rocas que el mar baña llevan su nombre: la Pedra de Abalar, que se mueve al tocarla, y la Pedra dos Cadrís, por la que se pasa arrastrándose para buscar sanación. Muxía es más silenciosa que Fisterra, menos conocida, pero no menos profunda. Mientras que en Fisterra el fuego simboliza la quema de lo viejo, aquí son las olas las que se llevan lo que ya no se necesita. Algunos peregrinos dicen que Muxía es el corazón que sigue latiendo después del último paso. Al atardecer, cuando la luz se rompe sobre los granitos y las gaviotas giran sobre el mar, se comprende que este no es un lugar del final, sino de transformación.
Cuando el mundo calla más hermoso
El camino puede recorrerse durante todo el año, pero en primavera y otoño muestra su ánimo más suave: prados en flor, aire limpio, el mar cambiando de colores. En verano, la sal cubre la piel, el sol quema, pero el viento sigue siendo generoso. En invierno, cuando la tormenta barre la costa, el sendero se vuelve otro — áspero, vacío, intenso. Entonces el Atlántico habla más alto, y quien camina escucha lo que en otras estaciones no podría oír.
Un camino para el alma
Esta conexión entre Fisterra y Muxía es más que una simple ruta. Es un puente entre dos estados del alma — entre el soltar y el reencontrarse. Fisterra es el final dramático, el punto donde muchos lloran. Muxía es el eco suave que permanece cuando las lágrimas ya se han secado. Algunos peregrinos llegan aquí para seguir caminando; otros, para detenerse al fin. Ambos hallan lo que buscan. Porque este camino recuerda que el mar no empieza después de la tierra — continúa dentro de nosotros. Y cuando uno se detiene al borde de las rocas y contempla las olas, juraría que ellas susurran: “Sigue. O quédate. Pero no olvides nunca este momento.”




El Camino a Muxía – Un sendero entre leyendas y el mar indómito
A veces un camino no termina donde se llega. El Camino Muxía es uno de esos caminos — silencioso, interior, una prolongación de la peregrinación más allá de la catedral de Santiago. Comienza donde muchos creen haber alcanzado su destino: en la Praza do Obradoiro, frente a las torres de piedra, bajo el tañido de las campanas que suenan a regreso y que, sin embargo, en algunos oídos resuenan como una llamada a seguir. Para quienes escuchan esa llamada, el camino continúa — hacia donde la tierra se acaba y el mar comienza. A Muxía hay unos 87 kilómetros: tres o cuatro días, si se quiere, o una eternidad, si se camina de verdad.
Quien se adentra en el Camino Muxía no entra en tierra extraña, sino en el corazón más profundo de Galicia. El sendero atraviesa colinas suaves y aldeas silenciosas, pasa junto a muros de piedra antigua y por caminos que humean bajo la niebla matinal. El aroma de la madera húmeda se mezcla con el eucalipto y con la sal distante del mar. A veces parece que el bosque mismo respira, y cada paso resuena como si uno regresara a un ritmo antiguo.
Tras Negreira, donde muchos peregrinos hacen su primera parada, el paisaje se vuelve más primitivo. Los hórreos se alzan como testigos mudos — esos estrechos graneros de piedra que protegían la cosecha de la humedad y evocan un tiempo en que nada se desperdiciaba. Entre campos, prados y arroyos se pierde la noción de distancia. Solo el viento permanece fiel. Cuanto más se avanza hacia el oeste, más presente se hace el mar — primero en el olor, luego en el viento, finalmente en la luz. Y una mañana, tras días de camino, aparece ante los ojos: el mar, inmenso, plateado, indómito. Y más allá, Muxía, sobre las rocas, donde el cielo y la tierra se tocan.
Muxía es más que un lugar. Es un pensamiento hecho de piedra, agua y oración. Aquí, en la Costa da Morte, donde el Atlántico golpea sin descanso los acantilados de granito, se levanta la iglesia de la Virxe da Barca. Parece haberse alzado de las olas — sencilla, firme y llena de historias. La leyenda cuenta que la Virgen María apareció aquí en una barca de piedra para animar al apóstol Santiago cuando su fe flaqueaba.
Los restos de aquella barca — las piedras sagradas Pedra de Abalar y Pedra dos Cadrís — permanecen aún aquí. Se dice que quien tiene el corazón puro puede ver moverse la piedra, y que quien pasa por debajo de ella deja atrás enfermedad y duda. Muxía es más callada que Fisterra, más delicada, casi una oración. Mientras allí arde el fuego de la purificación, aquí es el agua la que habla — en movimiento eterno, en un ritmo incesante. Las olas golpean las rocas como si quisieran susurrar a los peregrinos: “No todo lo que termina está acabado.”
El Camino Muxía puede recorrerse en cualquier época del año, pero muestra su mejor rostro en primavera y en otoño. Entonces la luz tiene una calidez que no depende del calor, y el cielo pinta la tierra en dorado y azul. En verano el sol se alza alto, pero el viento atlántico suaviza su fuerza. Y en invierno, cuando la lluvia y la tormenta azotan la costa, se revela el verdadero carácter del camino — salvaje, indómito, sincero. Quien camina entonces descubre que la belleza también habita en la resistencia.
Entre todos los caminos de Santiago, el Camino Muxía es uno de los más tranquilos. No hay multitudes, ni prisas, ni escenario — solo el viento, las piedras, el mar y uno mismo. Se cruzan pocos peregrinos, y cuando ocurre, suele ser en momentos breves y sinceros: una mirada, un gesto, un silencio compartido. Este camino no es un escaparate, sino un refugio. Pertenece a quienes entienden el caminar como un lenguaje. Muxía no es un destino para todos. Pero quien llega aquí se lleva algo que no puede decirse con palabras — quizá solo este saber suave: que algunos caminos no terminan, sino que continúan en un aliento constante — en las olas, en el viento, en nosotros.
El regreso a Santiago – Regreso a casa con los ojos abiertos
Quien se encuentra en Fisterra o en Muxía siente que el mar pone fin a muchas cosas, pero no las cierra del todo. La mayoría de los peregrinos parten de nuevo, no con el cuerpo, sino con el alma — de regreso a Santiago, a pie, como lo hacían los antiguos compañeros del Camino, antes de que existieran los autobuses y los horarios. Estos dos o tres días de regreso no son un añadido, sino la última y, a menudo, la etapa más significativa. Es el momento en que el silencio del Atlántico da paso poco a poco al sonido de los pueblos, a las voces humanas y al ritmo de la vida cotidiana. El Camino ofrece así un aterrizaje suave, una oportunidad de dejar que lo vivido se asiente antes de volver a formar parte del mundo acelerado. Quien camina este regreso ya no avanza hacia una meta, sino que respira el camino mismo — cada paso una despedida, cada mirada un nuevo comienzo.

En este retorno hay una fuerza especial. Conduce desde la inmensidad del mar hasta el corazón de Galicia, pasando por Olveiroa y Negreira, por paisajes familiares que ahora parecen distintos, porque el peregrino ha cambiado. Algunos eligen una ruta aún más larga — la nueva Volta de Gloria, que pasa por Cee, Ézaro, O Pindo, Carnota, Muros y Noia hasta llegar a Negreira — para decirle al Atlántico un último “Adeus”. Quienes parten desde Fisterra caminan por Corcubión hasta Cee, donde cambian por última vez de dirección siguiendo la costa.
Quien sale de Muxía toma el camino por Dumbría y, tres kilómetros después de la confluencia, gira a la derecha en lugar de seguir hacia Olveiroa, descendiendo hacia Cee. Allí, el Paseo Marítimo bordea el puerto y la playa, siguiendo las señales de la Volta de Gloria. Esta ruta no es una huida del final, sino una desaceleración consciente — una despedida al ritmo de las olas. Y cuando uno vuelve a estar en la Praza do Obradoiro, bajo la luz dorada de la catedral, comprende que el camino no ha terminado. Solo ha cambiado de dirección — del movimiento exterior a un silencio interior que sigue caminando.


Historia y significado cultural
La idea de ir más allá de Santiago hacia el oeste se remonta a tiempos antiguos. Mucho antes del cristianismo, el cabo Fisterra era considerado un lugar místico – los romanos lo llamaron Finis Terrae, el fin del mundo conocido. Allí, donde el sol se hunde en el océano, se celebraban cultos solares hace más de dos mil años.
Con el descubrimiento de la tumba del Apóstol en Santiago en el siglo IX, la catedral se convirtió en la meta de los peregrinos. Pero muchos querían continuar – hasta el mar, para realizar un último rito de desprendimiento. Quemar ropas, dejar conchas o sumergir los pies en el océano son tradiciones antiguas que los peregrinos mantienen vivas aún hoy.
Muxía, por su parte, está vinculada a la leyenda del Apóstol Santiago: aquí se dice que la Virgen María se le apareció en una barca de piedra para animarlo. El lugar se convirtió en un importante santuario mariano que los peregrinos siguen visitando hasta hoy.
Datos:
- Primeras menciones: relatos medievales de peregrinos que continuaban “hasta el fin del mundo”
- Lugares históricos clave: Santiago, Fisterra, Muxía
- Leyendas importantes: aparición de la Virgen María en Muxía; culto solar en el cabo Fisterra
- Monumentos destacados: Catedral de Santiago, Faro de Fisterra, Santuario da Virxe da Barca (Muxía)

Geografía y paisajes
La ruta atraviesa el corazón de Galicia: suaves colinas, bosques de eucalipto y castaños, tranquilos valles fluviales. De Santiago a Olveiroa se recorre la Galicia rural, donde pequeños caseríos, hórreos y antiguos puentes marcan el paisaje.
A partir de Cee se abre la vista al Atlántico – un momento conmovedor, cuando tras días en el interior aparece de repente la inmensidad del mar. El tramo hasta Fisterra discurre por la costa, pasando por calas y playas. Desde allí se continúa hacia Lires, un tranquilo pueblo entre dos ensenadas, y finalmente hasta Muxía con su dramática costa rocosa. El regreso hacia el interior lleva por Dumbría de vuelta a Santiago, otra vez entre bosques, valles y aldeas silenciosas.
Datos:
- Perfil de altitud: colinas suaves, sin ascensos extremos
- Tipos de paisaje: bosques, valles fluviales, zonas costeras, playas, costa rocosa
- Clima: atlántico-húmedo, temperaturas suaves, lluvias frecuentes
- Rasgos geológicos: acantilados de granito en la costa, pizarra en el interior

Longitud, duración y dificultad
El Camino Fisterra – Muxía cubre unos 190–200 km en 10 etapas. Puede recorrerse en 9–12 días, según las pausas y la condición física. Las distancias diarias suelen variar entre 15 y 33 km.
El camino no es técnicamente difícil – no hay montañas extremas ni pasos peligrosos –, pero exige buena resistencia. Especialmente el regreso de Muxía a Santiago trae etapas más largas. Mentalmente, es un viaje de reflexión: los peregrinos que creen haber “llegado” siguen caminando una vez más – una experiencia única.
Datos:
- Longitud total: unos 190–200 km
- Duración: 9–12 días
- Número de etapas: 10
- Desnivel acumulado: moderado, unos 3.500 m
- Nivel de dificultad: medio, adecuado para principiantes con condición básica

Infraestructura para peregrinos
La infraestructura es sólida, aunque no tan densa como en el Camino Francés. En Santiago, Negreira, Olveiroa, Cee, Fisterra y Muxía hay suficientes albergues y pensiones. En lugares más pequeños como Lires o Dumbría se encuentran alojamientos privados y casas de huéspedes.
Tiendas de comestibles, bares y restaurantes aparecen con regularidad, aunque en algunas etapas (por ejemplo, Negreira – Olveiroa) hay menos servicios. El agua está disponible con frecuencia.
Datos:
- Tipos de alojamiento: albergues municipales, albergues privados, pensiones, pequeños hoteles
- Fuentes de agua: regulares, sobre todo en las aldeas
- Dependencia estacional: servicio limitado en invierno, algunos albergues cerrados
- Reserva: recomendada en verano, generalmente no necesaria en otras épocas
Lugares destacados y puntos de interés
- Santiago de Compostela: catedral y Praza do Obradoiro
- Ponte Maceira: puente medieval sobre el río Tambre
- Cabo Fisterra y faro: el “fin del mundo”, atardecer sobre el Atlántico
- Santuario da Virxe da Barca (Muxía): santuario mariano junto al mar rocoso
- Lires: tranquilo pueblo costero entre dos ensenadas, ideal para descansar
Datos:
- Top 5 lugares: Santiago, Ponte Maceira, Cabo Fisterra, Santuario de Muxía, playas de Lires
- Top 3 experiencias culinarias: pulpo a la gallega, pescado fresco en la costa, queso de tetilla
- Lugares espirituales: Catedral de Santiago, Faro de Fisterra, Santuario da Virxe da Barca
- Puntos recomendados para fotos: atardecer en el cabo Fisterra, costa de Muxía, puente de Ponte Maceira

Mejor época para viajar y clima
La primavera y el otoño son las estaciones más hermosas: temperaturas suaves, verde fresco o luz dorada de otoño. En verano atraen los días largos y las playas, pero el calor y los albergues llenos pueden ser un reto. El invierno es duro, a menudo lluvioso, algunos alojamientos están cerrados – pero regala paz y soledad.
Datos:
- Mejor época: abril–junio, septiembre–octubre
- Temperaturas medias: primavera 10–18 °C, verano 18–25 °C, otoño 12–20 °C, invierno 5–12 °C
- Riesgos meteorológicos: mucha lluvia en invierno, calor en los valles en verano
¿Para quién es este Camino?
Este Camino es ideal para quienes desean prolongar o completar su llegada a Santiago. Es adecuado para principiantes con condición normal, buscadores espirituales y viajeros culturales que quieren descubrir la costa gallega. Los más deportivos pueden recorrerlo en menos días, los de paso lento se tomarán más tiempo.
Datos:
- Apto para principiantes: sí, con condición básica
- Condición física necesaria: media
- Recomendado especialmente para: peregrinos reflexivos, amantes de la cultura, amantes de la costa
Recomendaciones y consejos prácticos
- Tómate tu tiempo para la puesta de sol en Fisterra – es una de las experiencias más intensas de todo el Camino.
- Pasa una noche en Lires – el pequeño pueblo entre mar y río ofrece paz y recogimiento.
- Disfruta también del juego de colores del atardecer en Muxía. A diferencia del final cargado de emociones en Fisterra, aquí comienza la ligereza colorida del ser.
- Planifica bien el regreso de Muxía a Santiago – las etapas son más largas, la infraestructura un poco más escasa.
- Lleva efectivo, ya que no siempre es posible pagar con tarjeta. Y a menudo se exige un mínimo de 10 euros para los pagos con tarjeta.

Datos:
- Equipo: protección contra la lluvia, calzado ya usado, ropa ligera
- Preparación: 2–4 semanas de práctica de caminatas en la vida diaria son suficientes
- Llegada: Santiago está bien conectado por avión, tren o autobús de larga distancia. Para los peregrinos que tras terminar su Camino principal continúan, caminar es una opción maravillosa.
- Particularidades: certificados posibles – Compostela (Santiago), Fisterrana (Fisterra), Muxiana (Muxía)
Ritos en el fin del mundo
El Camino no termina en Santiago – muchos peregrinos continúan hasta el mar. En el cabo Fisterra y en Muxía se han desarrollado con el tiempo ritos que dan un cierre especial al viaje:
- Antes: quemar ropa o zapatos
Tradicionalmente, los peregrinos quemaban parte de su ropa o sus zapatos en el faro de Fisterra – como símbolo de purificación y nuevo comienzo. Hoy este rito está prohibido (riesgo de incendio, protección ambiental). - Hoy: dejar una piedra o lanzarla al mar
Muchos peregrinos llevan una piedra hasta el cabo. En el faro de Fisterra la colocan en las rocas o construyen pequeños montículos, que marcan su camino personal.
Otros continúan hasta Muxía: frente a la iglesia de la Virxe da Barca, donde las olas golpean contra las rocas, la piedra se arroja al mar o se deja entre las piedras – un gesto silencioso pero poderoso de desprendimiento. - Llevarse una concha
Mientras la piedra permanece en Muxía, muchos peregrinos se llevan una concha de la playa en Fisterra. Se convierte en símbolo del camino de regreso: no solo un recuerdo, sino también una señal de que el Camino, en cierto modo, continúa – en la vida cotidiana o quizá en una futura peregrinación.

Estos ritos no son una obligación, pero invitan a completar el camino de forma consciente. Y a veces despiertan la idea de volver a pie – un segundo Camino, no solo hacia el mar, sino de regreso al corazón de Europa. Así como antes los peregrinos hacían penitencia, hoy el Camino también es un lugar moderno de retiro y de nuevo comienzo, que ofrece la oportunidad de alejarse de la vida diaria durante varias semanas en forma de sabático.
En países como Alemania, Corea del Sur o Suiza, algunas empresas ofrecen este tipo de sabático a sus empleados – ya sea para prevenir el agotamiento entre los especialistas, o para observar la capacidad de liderazgo y resistencia con vistas a posibles puestos superiores. Otro ejemplo son los Veterans of the Camino – una asociación estadounidense que ofrece a los veteranos de guerra una forma de “resocialización” en la vida civil y, sobre todo, una manera de enfrentarse mejor a sus propios demonios interiores.
Como conclusión inspiradora, al igual que en el Camino Francés, puede aplicarse lo siguiente:
“Peregrino, sigue tu camino y deja que la gente hable.” – Dante Alighieri

Porque algo es seguro: la mayoría lo dice con buena intención, incluso cuando ofrecen su opinión – solicitada o no. Cada peregrino lleva su propia pregunta, y esta está más allá de la crítica de los demás. Esto no impide la conversación ni el intercambio. Pero quien aprende a recibir las opiniones o posturas de otros como neutrales, y no como un ataque personal, habrá encontrado gran ayuda en esta sencilla cita de la Divina Comedia de Dante Alighieri, escrita en el año 1300.
Sección de reflexión por región
- Santiago – Negreira – Olveiroa: “¿Qué preguntas llevas contigo al salir de Santiago en busca del mar?”
- Olveiroa – Cee – Fisterra: “¿Qué carga dejas atrás en el cabo Fisterra?”
- Fisterra – Lires – Muxía: “¿Qué esperanza llevas contigo al santuario mariano de Muxía?”
- Muxía – Santiago: “¿Qué respuesta encuentras cuando, tras días junto al mar, regresas a Santiago?”

Camino de las Estrellas – Camino Fisterra – Muxía
Santiago de Compostela, Negreira, Vilaserío, Santa Mariña, Hospital, Olveiroa, Cee, Corcubión, Fisterra [aquí termina el Camino Fisterra en el cabo Finisterre], Lires, Muxía [aquí termina el Camino Muxía en el santuario de la Virxe da Barca], Dumbría, Olveiroa [aquí se unen nuevamente las rutas], Negreira, Santiago de Compostela